Lo que Jesús nos enseña sobre el amor a través de la familia
¿Has tenido conflictos con algún familiar? ¿O has sido lastimado por tu familia? Seguramente la respuesta es: SÍ. Y esto no debería de sorprendernos.
Dios creó a la primera familia a partir del matrimonio conformado por Adán y Eva. Originalmente, esta unión tenía el objetivo de reflejar la imagen y gloria de Dios de manera perfecta. Sin embargo, con la llegada del pecado, las familias y sus prioridades cambiaron.
Pero te tengo una buena noticia: el pecado no tomó por sorpresa a nuestro Dios. Él tenía un plan de rescate capaz de reparar todo aquello que se había roto, incluyendo a la familia. Por eso, te invito a meditar en los siguientes puntos para recordar el plan de salvación que trae esperanza para nosotros y nuestras familias.
Las familias humanas, conformadas por pecadores llenos de maldad, tendemos a hacer lo opuesto a nuestro propósito original. Queremos ver por nosotros mismos, escuchar nuestra propia voz y olvidarnos de la de Dios. Es por esta razón que hemos herido y sido heridos por nuestros familiares.
Cristo no quiere que vivamos de esta manera. Él vino a la tierra para morir por nuestros pecados y restaurar nuestra relación con Él. Y de la misma manera, para que el resto de nuestras relaciones puedan ser restauradas. Para que esto suceda, debemos entender que el Señor nos hizo parte de su familia sin que tuviéramos algún mérito para formar parte de ella.
La Biblia dice que Dios nos escogió desde antes de la fundación del mundo y así mismo nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo conforme a Su voluntad y para alabanza de la gloria de Su gracia (Efesios 1:4-6). Esto quiere decir que nuestra relación con Él no depende de nosotros ni nuestras acciones, sino de Su gran amor y misericordia.
Por esto, como hijos aprendiendo de su padre, debemos escuchar atentamente las Palabras de Jesús. Su mensaje de Salvación está enfocado en amar y servir a los demás independientemente de sus errores, pasado, e incluso ofensas hacia nosotros. Como ciudadanos de su reino recibimos dos grandes mandamientos: Amar al Señor con todo nuestro corazón, y con toda nuestra alma y mente, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-38). Esto por supuesto incluye a nuestros familiares.
Ahora, ¿cuál es la manera en la que debo tratar a mi familia si he sido amado y rescatado por Jesús? Él nos exhorta como hijos y padres a través de las palabras de Pablo a los Efesios diciendo:
A los hijos: obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra.
A los padres: no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.
Estos mandamientos nos llevan a ser más como Cristo: buscar la justicia, así como el servicio, y a compartir el evangelio para crecer en la Palabra de Dios. Jesús mismo modeló estos dos roles de manera perfecta. Como hijo Él se humilló al venir a la tierra de tal forma que obedeció a Su Padre hasta la muerte (Filipenses 2:8). Y como Padre, Él nos ama, protege e instruye para seguir su ejemplo.
De esta manera, aunque parezca difícil amar a quienes nos hieren y pedir perdón a quienes hemos herido, esto ya fue hecho posible gracias al sacrificio de Jesús en la cruz. Y, a través de Su Palabra podemos aprender cada día más sobre ese amor perfecto que nos ha salvado.
Nuestro Dios trajo esperanza ante la muerte. Y mientras el pecado destruye, la Palabra de Dios es viva y eficaz (Heb 4:12), por lo que podemos confiar en que es suficiente para transformarnos junto a nuestras familias.
“Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo” Efesios 4:32.
Autora: Felitsa Denisse Cruz Maldonado