El lenguaje inclusivo desde una perspectiva bíblica
Antes de adentrarme a una perspectiva bíblica, considero importante entender cuál es la intención central de este lenguaje inclusivo que ha causado tanto debate. Lo que pretende es incluir a aquellas personas y grupos que dicen no identificarse a sí mismos con el género masculino ni con el femenino, por esto se ha propuesto el uso de la letra “e” o “x” para sustituir las letras que hacen referencia a la pertenencia de género femenino o masculino (a/o), por ejemplo: “elle”, “todes”, “compañerxs”, etc.
Recientemente este tema ha sido detonante de discusiones y un gran tema de debate ya que existen diversos puntos de vista, es por eso la importancia de preguntarnos como cristianos, ¿qué dice la Biblia acerca del lenguaje inclusivo?.
Dios siempre se ha comunicado con Su pueblo para mostrar Su gloria, promesas y mandatos. Actualmente no escuchamos la voz de Dios de manera audible como en el Antiguo Testamento, ni nos es revelada Su voluntad a través de sueños, sino que es en las Escrituras que Él ha preservado y revelado para nosotros que encontramos Su verdad.
Confiamos plenamente en que la Biblia es la Palabra inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16). Además, como creyentes estamos seguros de la inerrancia (nunca está equivocada), autoridad y suficiencia de la Biblia (contiene todo lo necesario para abordar cualquier tema). Es por esto que necesitamos basarnos en ella para formar una perspectiva respecto al tema del lenguaje inclusivo y cualquier otro tema.
Desde Génesis 1:27 dice, “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Podemos ver con claridad que Dios ha creado a la humanidad únicamente con dos géneros, no más, así que realmente no hay necesidad de un nuevo lenguaje que incluya a personas con identidad de género distinta porque Dios en su soberana voluntad ha puesto un diseño en cuanto al género de su creación. El problema es que nosotros como Su creación, tendemos a pensar que nuestros caminos (aunque egoístas y llenos de pecado), son mejores que los de Dios. Nos revelamos contra lo que Dios nos da como Su verdad y buscamos “nuestra verdad”, lo cual es pecado.
Todos nos hemos rebelado en contra de Dios y por lo mismo hemos sido destituidos de Su gloria, porque absolutamente todos los humanos somos pecadores. Todos en nuestro egoísmo hemos dado la espalda a Dios y elegido el pecado, creyendo que nuestra verdad es mejor que la de Dios (Romanos 3:23). A pesar de esto, encontramos esperanza en que no importa cuantas veces fallemos, si nos arrepentimos ante Dios, Él no deja de desplegar Su infinita misericordia y amor fiel.
Nuestras faltas son muchas, pero Su gracia es mayor.
Aunque es importante nuestro género y aceptar el diseño de Dios para nosotros, recordemos que nuestra identidad va más allá de ser hombre o mujer. Si somos creyentes verdaderos, 1 Pedro 2:9 nos deja ver claramente nuestra identidad. Somos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios y ¿para qué? Para glorificarle, reflejarle, anunciar las virtudes de aquél que entregó su vida y sufrió la condenación que merecíamos debido a nuestro pecado, para llevarnos de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad y de la muerte a la vida.
Necesitamos recordar constantemente que nuestra identidad no se encuentra en lo que el mundo dice o en lo que nosotros mismos decimos que somos, sino que se encuentra plenamente en Cristo y la maravillosa obra que Él ha hecho por nosotros.
Somos llamados a vivir de manera íntegra en cada área de nuestra vida, no ser piedra de tropiezo a otros. Necesitamos reflejar a Dios y honrarle, incluso con nuestra manera de hablar (1 Corintios 10:31). No somos llamados a conformarnos con el patrón de este mundo, sino vivir de manera en que reflejemos la gloriosa luz de Dios (Romanos 12:2).
Como creyentes, no aceptamos nada que se oponga a Dios, o no deberíamos hacerlo (a pesar de que sigamos cayendo, porque como humanos somos débiles y pecamos), debemos reconocer el pecado en nuestras vidas y odiarlo porque así nuestro Dios Santo y Perfecto detesta el pecado.
Entonces… ¿Cómo debemos responder ante cualquier pecado?. La respuesta no es discriminar, excluir, insultar, actuar con violencia, despreciar, odiar, ni ningún acto similar. Como hijos de Dios, reconocemos que la respuesta es predicar el evangelio con amor, porque la Palabra de Dios es lo que cada una de las personas necesitamos. A lo largo de toda la Biblia podemos ver una y otra vez que sin Dios nuestra vida se vuelve un desorden, sin valor ni esperanza, pero es únicamente Dios quien puede transformarlo todo. Él puede traer luz a nuestras tinieblas, dar vida a lo que estaba muerto y salvar a cada pecador que se arrepiente de sus pecados.
Recordemos que solo en Cristo podemos encontrar de manera plena nuestra identidad, valor y propósito. ¡Vivamos de manera íntegra como ciudadanos del reino de Dios y compartamos el evangelio a todo aquél que nos rodea!
Autora: Alexia Taylor Jiménez