Derribando Ídolos: Mi Camino Hacia la Consejería Bíblica

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Parecía algo bueno a mis ojos que mis hijas aprendieran los mejores modales, mantuvieran en orden sus juguetes y pertenencias, obtuvieran las mejores calificaciones, portaran los uniformes más planchados y presentaran los trabajos de manualidades más grandes y mejores. También que se comportaran de la mejor manera ante la familia y los amigos. Después de todo, si era una profesional que estaba dedicada por completo al cuidado de mi familia y de mi hogar, era lo menos que se podía esperar de mí, o al menos eso pensaba yo.

Aunque en sí mismas estas acciones no son pecaminosas, al contrario, dependen de la intención del corazón para hacerlas. Pero yo no estaba interesada en examinar mi corazón; solo quería los resultados y mis hijas debían sujetarse y aprender. Sin embargo, “inexplicablemente” para mí, mi esposo no entendía mi “modus operandi”, lo que solo acumuló enojo, amargura y frustración cada vez que no cumplía con mis expectativas. Y gustosamente lo hacía muy evidente para que él lo pensara la próxima vez, antes de tener que sufrir el látigo de mi desprecio si osaba repetir “su hazaña”.

Pero, ¡oh glorioso día de salvación! ¡Gracias, Cristo, por mirarme con toda mi indignidad, limpiarme y perdonarme! Y aunque en verdad soy una nueva criatura y empecé a caminar con el temor reverente a Dios, aún había mucha pecaminosidad en mí que no quería ver, que mi idolatría por mí misma no me dejaba ver.

Fueron muchos años de vivir en el evangelio, pero también de seguir alimentando este ídolo de mi corazón; un ídolo entre varios, que Jesús, mi poderoso Salvador, quería mostrarme que estaban allí, viviendo conmigo, y que era yo misma quien los mantenía con vida. Fue por medio de la ansiedad y ataques de pánico que llegué a la consejería bíblica. Desde la primera sesión, Jesús preparó mi corazón para el trabajo que venía, porque me explicaron que en la Palabra de Dios había ESPERANZA para mí y que Dios no estaba asustado ni me rechazaba por no ser una cristiana “modelo”; esa esperanza fue maravillosa para mí. ¡Él lo sabía y tenía una solución para mí en su Palabra! Fue el agua viva que refrescó mi alma para iniciar el proceso de consejería.

Usando la aplicación de Su poderosa y suficiente Palabra a mi situación particular, me explicaron a través de las sesiones y las tareas que debía empezar a observar mi corazón para reconocer esos ídolos que habían vivido tan cómodamente conmigo. Los empecé a descubrir y tuve que arrepentirme de mi idolatría. A través de Su consejo reconocí que un ídolo era yo misma, porque con mis deseos, pensamientos y acciones estaba esforzándome en usurpar el lugar que solamente Dios debe tener. Me estaba adorando a mí misma, aunque con mis labios decía que adoraba a Dios. Sabía que Jesús, en su misericordia, quería señalarme eso; me quería mostrar que Él es Dios (¡yo no lo soy!), Perfecto, Bueno y Suficiente para mí, que no necesito buscar en otros lo que solamente Él, con todo su amor, me puede dar. Y si no me da lo que los ídolos me daban, es por un bien mayor: que cada vez me parezca más a su imagen.

Aún lucho, y a veces intensamente, con esos ídolos que quieren volver, pero he aprendido a reconocerlos por medio del consejo de Dios, directamente de Su Palabra a mi corazón. Es solamente por su gracia que usó la consejería bíblica para seguir su obra de santificación, que aún continúa en mi vida, y le doy las gracias por este recurso que Él ha provisto en Su iglesia.


Escrito por: Sandra Maldonado


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