¿Cómo guardar nuestro corazón de la idolatría?
En el Antiguo Testamento observamos que la idolatría implicaba adorar a dioses distintos a Jehová. Los pueblos paganos, e incluso Israel, mostraron reverencia, respeto y devoción a dioses hechos por ellos mismos al rendirles su tiempo, recursos y vidas. Por otro lado, en el Nuevo Testamento el concepto “se aplica también a la excesiva valoración de cualquier criatura, de modo que toma el lugar del Creador”. (Nelson, 1998).
En la actualidad podemos seguir cometiendo este pecado. Solemos olvidar que hacemos de nuestros intereses, sueños, seres queridos o nosotros mismos, un ídolo. Guardar nuestro corazón de la idolatría puede parecer una misión imposible, pero a través de la Biblia, Dios nos muestra cómo Él nos libera de todas las cadenas de la idolatría.
Para profundizar en el tema, te invito a que medites en los siguientes tres puntos.
Cuando damos todos nuestros recursos hacia el objeto de nuestra adoración, vivimos expectantes a lo que podamos recibir de él. Creemos que una carrera universitaria, trabajo, reconocimiento social o una pareja pueden darnos la felicidad que anhelamos. Estos objetos son temporales y, por lo tanto, sólo ofrecen un alivio momentáneo a nuestras necesidades. Cuando ponemos nuestro gozo en las cosas finitas, es evidente que nuestro gozo también terminará, intentaremos buscarlo en algo más, y así sucesivamente. Este ciclo genera esclavitud y dependencia.
De la misma manera que Israel fue librado de la esclavitud en Egipto, Dios nos ha librado de la mayor esclavitud en la que nos encontrábamos. Él murió por nosotros para traernos de muerte a vida y liberarnos de las cadenas del pecado.
Guardar nuestro corazón de la idolatría es posible gracias al evangelio. Junto con Cristo, hemos sido sepultados y resucitados para caminar en una nueva vida (Ro. 6:4). En respuesta, Dios nos pide que le amemos con todo lo que somos y tenemos: con todo nuestro corazón, mente y fuerzas (Mt. 22:30-34). Así, debemos dar todos nuestros recursos al único que sí es digno de recibirlos.
Es necesario examinar nuestras vidas y reconocer si tenemos ídolos que nos impidan tener una relación profunda con nuestro Señor. A diferencia de los ídolos, Dios escucha nuestro clamor y nos perdona si nos arrepentimos de depositar nuestra confianza en dioses creados por nosotros. Los ídolos nos esclavizan, mientras que el único Dios verdadero nos libera.
Para guardar nuestro corazón de la idolatría debemos reconocer que no hay otro que pueda salvarnos de nuestra condición, de la manera en que Cristo ya lo hizo en la Cruz. Por tanto, podemos afirmar que los ídolos nos traen todo lo contrario a lo que buscamos en ellos. Los dioses falsos que creamos solo nos alejan de Dios y nos impiden caminar, con una visión clara, la vida que Jesús ya nos ha dado.
Adicionalmente, nuestro Dios no solo nos libera, sino que nos protege a través de sus mandamientos. Él nos ha dejado su Palabra para recordarnos con qué autoridad nos habla y cuál es su voluntad para nuestras vidas.
Podemos ejemplificarlo en los primeros seis versículos de Éxodo 20. Dios comienza diciendo quién es Él y qué fue lo que hizo. Posteriormente, instruye a su pueblo para recordarle que Él es el único Dios al que debían honrar. Y, de manera inmerecida, al final les ofrece palabras de aliento: Dios hace misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos.
Finalmente, te invito a que descanses en las maravillosas promesas y verdades que Dios nos ha dejado en su palabra. Busquémosle solo a Él, pues por su misericordia y bondad, en el Señor, ya tenemos todo lo que necesitamos.
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”
Juan 17:3.
Autora: Felitsa Denisse Cruz Maldonado