La posesión más valiosa: ¿Qué dice la Biblia sobre la envidia?
La envidia surge en nuestro corazón cuando deseamos poseer lo que vemos que aparentemente hace felices a las demás personas. Si tan solo pudiéramos tener esa hermosa casa, el nuevo auto, el más reciente teléfono, un lugar en la mejor universidad, amigos, una pareja, entre otros, pensamos: “yo podría ser feliz”.
¿Te has sentido así?
Te tengo una mala noticia: nunca podrás ser feliz si vives para llenar el vacío que hay en tu corazón.
Te tengo una buena noticia: Cristo llena por completo los corazones, y puedes encontrar gozo y felicidad en Él aunque no tengas todas las cosas que deseas.
Si como yo, en verdad deseas dejar de preocuparte por lo que no eres capaz de poseer, te invito a descansar en lo que, gracias a Jesús, ya tenemos. Medita en los siguientes puntos:
Nuestra naturaleza nunca fue tener, saber y poder hacerlo todo. Dios nos creó para que le sirviéramos, adoráramos, y pudiéramos disfrutar de su gran amor y misericordia en la tierra tal como lo leemos en Génesis. En el principio Él nos dio la orden de cuidar de la creación, que por cierto, fue un regalo.
La envidia nos convierte en personas frustradas, enojadas e inconformes; siempre queremos tener más para sentirnos plenos y completos. Y si ponemos nuestro gozo en nuestras pertenencias, o las que quisiéramos tener, ¿qué pasará si algún día dejamos de tenerlas o simplemente no somos capaces de conseguirlas? ¿Viviremos permanentemente con un corazón malagradecido y alejado del amor de Dios para con nosotros?
No seas engañado al creer que puedes ser como Dios y tener el control sobre lo que deseas tener o hacer. Eso solo generará una mayor frustración. En cambio, si recordamos que fuimos creados como seres limitados para depender de quien sí es Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente, descansaremos en la maravillosa verdad de que nuestra vida tiene un propósito por lo que Cristo ya hizo en ella, no por lo que nosotros hayamos podido hacer.
Debemos aceptar que el amor a todas las posesiones y deseos terrenales nos pueden llevar a la idolatría, y por lo tanto a esclavitud. Examina si te has afanado por hacer tesoros en la tierra y has puesto en eso tu corazón (Mat. 6:21). Si es así, arrepiéntete, reconoce y descansa en que los que están en Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos para vivir ahora para la gloria de Dios (Gal. 5 24).
Dios envió a su Hijo para rescatarnos del pecado, darnos vida en abundancia y liberarnos de los celos, la envidia, y las demás obras de la carne. Él restaura nuestros corazones y convierte todo el pecado en una obra maravillosa. Así que, en lugar de mirar a los demás para envidiar sus posesiones, ¡Cristo nos llama a servirles para reflejar el amor que Él tuvo para con nosotros!
Dios quiso darnos algo mucho mejor que los bienes y posesiones terrenales: Jesús como nuestro Salvador. ¡Él es la posesión más valiosa que podríamos tener! Y, por si fuera poco, no hicimos absolutamente nada para merecerlo, sino que fue, nuevamente, un regalo de nuestro Creador por su gracia y por medio de la fe.
Aunque Dios, ciertamente puede bendecirnos con un hogar, familia, escuela, trabajo, entre otros. Tener todo eso no es nuestra meta si somos ciudadanos del reino de Dios. Nuestra meta es glorificarle a través de cada una de nuestras acciones recordando que todo proviene de Él.
Desde el inicio y hasta el final, Él es soberano y bondadoso. En Mateo 6:19-34, nuestro amoroso Padre también nos recuerda que tiene cuidado de Su creación y que a pesar de nuestros esfuerzos, somos incapaces de cambiar nuestra condición. El texto termina afirmando que Dios conoce nuestras necesidades, y proveerá para satisfacerlas según su voluntad si primeramente fijamos nuestra mirada en Él.
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”
Mateo 6:33
Autora: Felitsa Denisse Cruz Maldonado