Fábrica de ídolos

Has perdido a tu primer amor, has convertido todo lo que es prescindible en un absoluto, has notado que en tu interior existen cosas que cautivan tu corazón y tu imaginación; confías en ello, lo amas, y lo obedeces por encima de Dios. ¿Acaso estás tratando de perseguir tu propia felicidad sin antes buscar agradar a Dios? 

 A partir de la caída del hombre, todos nosotros tenemos un vacío que únicamente Dios puede llenar. En consecuencia de nuestra necesidad de ser llenados, es que buscamos ídolos.

Un ídolo es cualquier cosa en la que fijes tu vista y digas en lo más íntimo de tu corazón: “Si consigo eso, mi vida tendrá sentido. Entonces, sabré que tengo un valor, me sentiré importante y seguro”. Existen muchas maneras de describir ese tipo de relación, pero quizá la palabra que mejor la exprese sea adoración.

La idolatría y la adoración

En el libro de Romanos, el apóstol Pablo escribió que una de las peores cosas que Dios puede hacerle a una persona es entregarla a los deseos de su corazón (Ro. 1:24). ¿Por qué el máximo castigo imaginable consiste en permitir que alguien alcance el sueño que más ansía? Se debe a que nuestros corazones convierten en ídolos esos deseos. En este mismo capítulo, Pablo resumió la historia de la raza humana en una sola frase: “honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador” (Ro. 1:25). Todo ser humano debe vivir por algo. Siempre tiene que haber algo que capture nuestra imaginación, la lealtad más fundamental de nuestros corazones y nuestras esperanzas. Pero, como nos dice la Biblia, sin la intervención del Espíritu Santo, ese objeto nunca será Dios.

Cuando la mayoría de personas piensa en los “ídolos”, tienen en mente estatuas físicas… o la estrella pop/rock del momento. Sin embargo, aunque la adoración tradicional a los ídolos sigue teniendo lugar en muchos lugares de este mundo, el sometimiento interior a los ídolos, la que se rinde dentro del corazón, es universal.

En Ezequiel 14:3, hablando de los líderes de Israel, Dios dice: “Estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón”. Los líderes debieron responder así a esa acusación: “¿Ídolos? ¿Qué ídolos? ¡Yo no veo ningún ídolo!”. Lo que Dios estaba diciendo es que el corazón humano toma cosas buenas, como una carrera de éxito, el amor, los bienes materiales e incluso la familia, y las convierte en esenciales. 

Tipos de ídolos del corazón

Tomemos un momento para identificar algunos de estos ídolos: 

El amor romántico, el dinero, el poder, el éxito, la salud, los “problemas psicológicos”, la necesidad de controlar las vidas de otros, el perfeccionismo, la realización personal, la forma física y las heridas de la infancia, son ídolos profundos. Tenemos ídolos culturales, como el progreso profesional y la prosperidad económica. Los ídolos de las sociedades, como la familia, el trabajo duro, el deber, la virtud moral y el acceso a círculos sociales particulares. Los ídolos superficiales, como la libertad individual, el descubrimiento de uno mismo, la prosperidad, la indecisión crónica, la belleza o los ídolos intelectuales que a menudo se llaman ideologías. 

Todas estas cosas pueden adoptar un tamaño y un poder desproporcionados dentro de una sociedad. Nos prometen seguridad, paz y felicidad. No obstante, sólo Dios nos puede proporcionar la esperanza, el sentido, la trascendencia, la seguridad, la tranquilidad y la plenitud que necesitamos. 

No terminaríamos de enumerar los posibles ídolos que nuestros corazones pueden tener. Las posibilidades son infinitas, porque cada uno tiene una fábrica personalizada de ídolos en su propio corazón. A continuación comparto dos simples indicadores de ídolos: 

  • Si estuviera dispuesto a pecar para obtener lo que deseo, es un ídolo.
  • Si peco cuando no obtengo lo que deseo, es un ídolo.

Algunas áreas a examinar

A continuación te dejo algunas áreas a examinar para determinar si las “cosas buenas” en tu vida han reemplazado a un Dios bueno.

  • Examina tu imaginación. ¿Con cuáles cosas sueñas despierto? Cuando tu mente divaga, ¿se va hacia los bienes materiales?
  • Examina tu atención. Considera las veces que desearías estar haciendo alguna otra cosa en vez de practicar alguna disciplina espiritual.
  • Examina tu vida de oración. ¿Cómo reaccionas cuando Dios no responde a tus oraciones en la manera en que querías? ¿Confías en que Él sabe lo que es mejor para ti, o te enojas y te resientes? ¿Existe alguna oración no contestada que te haya hecho dudar de la bondad de Dios o te ha hecho querer alejarte de Él?
  • Examina tus relaciones. ¿Quién es la persona que más amas? ¿Quién es la persona que más quieres agradar? ¿Tienes alguna amistad o relación romántica que te aleja de Dios?
  • Examina tus emociones. ¿Qué es lo que más temes? ¿Cuál es tu mayor esperanza? ¿Qué es lo que más te apasiona? ¿Qué es lo que más anhelas? ¿Qué te hace estar extremadamente enojado o triste?
  • Examina tus preocupaciones. ¿Qué es lo que te provoca mayor ansiedad? ¿Qué es lo que más temes perder?
  • Examina tu pasado y tu futuro. Si tuvieras una máquina del tiempo y pudieras viajar ya sea al pasado o al futuro, ¿qué cambiarías? ¿Qué te provoca nostalgia? ¿Cuáles son tus mayores remordimientos? ¿Qué es lo que más deseas que suceda en el futuro? ¿Qué te provocaría desesperanza si no sucede?

Usa estas preguntas para descubrir los apetitos y deseos más profundos de tu corazón. 

Como hijos de Dios, nuestra condición de idolatría representa un corazón dividido. Tenemos al Espíritu Santo morando en nosotros, y deseamos agradarle, pero el pecado gana tantas veces. Necesitamos un corazón sencillo en el que solo Dios reciba adoración.

Hermanos, derribar los ídolos de nuestro corazón será nuestra tarea hasta el día que partamos con el Señor. Es parte de la santificación progresiva. 

El proceso que Dios está llevando a cabo en nuestros corazones es precisamente este de derribar ídolos. Él obra diariamente para dirigir nuestro corazón hacia una adoración plena de Él, que busca y encuentra su satisfacción exclusivamente en Él. Por esto, Él permite desilusión, tristeza, pruebas, necesidad, traición, y pérdida.

Dios está tumbando nuestros ídolos uno por uno. ¡Servimos a un Dios paciente y perseverante! A pesar de nuestras quejas y llanto, Él sigue en toda su misericordia dándonos exactamente lo que necesitamos. Sometámonos a su obra.

“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”

(Colosenses 3:5).



Autora: Yazmín Fernández