Comparte el evangelio esta navidad

La temporada navideña es una de las épocas favoritas del año, de la mayoría de las personas, ya que es un periodo en el que aprovechan para salir de la rutina y pasar tiempo libre familiar en otras actividades. Por ello, es un gran momento para invitar a tus amigos a comer y recordarles el verdadero significado de la navidad.

Hace algunas navidades, unos familiares nuestros, que no son creyentes, nos invitaron a su casa para tener un tiempo de convivencia, acompañada de una cena rica. Fue una noche agradable y llena de anécdotas del pasado que nos llenaron de risa y, a su vez, de un sentimiento de nostalgia, al ver que la “fiesta navideña” ya no era como antes, pues varios de los nuestros ya no están en esta tierra.

La alegría de mi familia inconversa muy pronto se transformó en tristeza, al reflexionar lo corta y vacía que, para ellos, es la vida en la tierra. Sin embargo, este momento fue una oportunidad que Dios utilizó para que les compartiéramos la necesidad de reconocer nuestra fragilidad y condición pecaminosa, nuestra rebeldía contra Dios y para mirar lo que Jesús hizo en la cruz para restaurar su relación con nosotros.

LA NAVIDAD ES MÁS QUE UNA “CENA RICA”

Aunque muchas cosas que hacemos en navidad no son pecaminosas, como tener una cena, en ocasiones nos afanamos y preocupamos más por esto, que por verdaderamente agradecer a Dios por enviar a su Hijo Amado a esta tierra, cuando no lo merecíamos (1 Juan 4:9-10). Por lo cual, es importante recordar que diversos versículos de la Biblia nos enseñan a vivir haciendo todas las cosas para la gloria de Dios (Colosenses 3:23) y no amando las cosas pasajeras de la tierra (1 Juan 2:15).

Podemos honrar a Dios en navidad, aunque no haya cena, pero no podemos tener una cena navideña, sin honrar a Dios. Sin que Jesús esté presente.

LA NAVIDAD DEBE REFLEJAR LA IMAGEN DE JESÚS

Que Jesús esté presente en nuestra celebración navideña no significa que debemos esforzarnos por agradar a Dios haciendo “buenas obras navideñas”, como darle de comer a una persona de la calle para “recibir la bendición de Dios”, repartir folletos evangelísticos a favor o en contra de la navidad para que miren nuestra “dedicación a Dios” o reprender el misticismo de los rituales navideños para que vean lo “santo que somos”.

Tener una navidad que honre a Dios significa que reflejaremos la imagen de Cristo todos los días, incluyendo la navidad (Romanos 8:29), pues como ciudadanos del Reino de Dios deseamos que el nombre de Cristo sea exaltado en todo tiempo (Romanos 14:78), por lo que podemos dar un regalo, cenar con la familia, cantar con amigos, abrazar a nuestros seres queridos, ayudar a nuestros vecinos o hacer cualquier otra cosa durante navidad, que no sea pecado, para la gloria de Dios.

LA NAVIDAD NOS RECUERDA EL EVANGELIO

No existe una temporada específica en la que la predicación del evangelio lleve más fruto que en otra, o en la que sea más eficaz hablar de Él, pues cada mañana son nuevas sus misericordias (Lamentaciones 3:22, 23), sin embargo, Dios en su soberanía ha permitido que durante diciembre, en diversas partes del mundo, se entonen himnos de adoración a Él y que se recuerde el nacimiento de Jesús. Por ello, sería necedad de nuestra parte no obedecer el mandato de hacer discípulos a través de recordar el evangelio durante esta navidad.

Comparte con tus seres queridos que Dios se hizo hombre, tal y como lo había prometido (Génesis 3:15), y por obra del Espíritu Santo, nació de una mujer virgen recibiendo el nombre de Jesús, el Hijo de Dios (Mateo 1:18-21). Voluntariamente entregó su perfecta vida al Padre, para recibir en una cruz la santa ira de Dios, que toda la humanidad merecemos recibir por pecar contra Él, el inocente por el culpable (Juan 19:17-19, 30). Con el propósito de que todos aquellos que se arrepientan de sus pecados y crean en Jesús como su salvador y Dios, puedan ser perdonados y volver a tener la comunión perfecta que había en un inicio (Romanos 5:8-11), gracias a que Jesús resucitó, y nos resucitará con Él para vivir junto a Dios por la eternidad.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isaías 9:6, LBLA).



Autor: Aldo Pérez